07 mayo 2018

Multiverso

Esto da un poco de vergüencita, pero os daré un poco de contexto.

Hace ya tiempo, un día, al volver a casa tarde entre semana, cogí uno de los últimos ferrocarriles que me llevaban a casa, de la línea S8, que acaba en Martorell. Estaba sentado y, como podréis leer a continuación, entró una chica en el vagón que me llamó la atención y se sentó enfrente de mi. La verdad es que no pude parar de mirarla discretamente durante todo el viaje, pero aún así fui incapaz de decirle nada; era tarde y no quería asustarla, me dije como excusa.

Por aquella época yo me entretenía a menudo viendo charlas del TED y estaba acudiendo a unos coloquios de filosofía, por lo que la temática relativística y sobre la realidad la tenía algo fresca. De esta forma, al llegar a casa, y maldiciendo mi timidez, no pude evitar ponerme a escribir, y salió el texto que veis aquí abajo.

Si alguien la conoce, decidle que hace tiempo un tío tímido le escribió una poesía.

Curiosa la física cuántica...

Entras en el vagón y te sientas delante de mí. Te observo, modificando tu estado.

Llevas un jersey oscuro, bufanda granate, diadema blanca, tejanos azules y botas de montaña, a juego con tu mochila.

Me proporcionas datos.

Hago hipótesis sobre ti.

Tu pelo, moreno y alborotado, me indican que estás más pendiente de tu vida que de tu aspecto, y que la vives intensamente.

Sacas un libro y te pones a leer.

Tus botas y tu mochila me cuentan que te gusta la montaña; tus manos, delicadas, que pese a ello, pasas más tiempo lejos de ella de lo que te gustaría, pero te proporciona el placer de acariciar las letras de un libro, como haces ahora.

Tu jersey de lana, como tu bufanda, me cuentan que vienes de un lugar frío, quizás de algún hogar que se esfuerza en alcanzar la cima de alguna colina, pero tú no la temes; vas preparada.

Tus colgantes y tu casi oculta pulsera me hablan de tu espíritu aventurero y de lo que te apasiona.

Uno de tus colgantes, que parece la punta de una flecha de piedra, me habla de tu interés por las ferias medievales. Otro, parecido a un símbolo celta, me habla de tu atracción por la iconografía, la simbología y mitología de tiempos pretéritos.

Finalmente, la moneda agujereada que llevas colgada me habla del interés que sientes por la cultura y la filosofía oriental, como esa moneda, de origen chino.

En un alarde de coraje, me levanto y me pongo a hablar contigo de mis hipótesis sobre ti y cuánto voy errado; sobre tus intereses y los míos durante lo que queda de trayecto.

Seguimos en contacto y nos convertimos en los mejores amigos, o quizás amantes; nos dejamos de soportar o no indeterminísticamente.

Que curiosa la física cuántica...

Eso ha pasado y pasará, pero tampoco lo hará. No en este universo. Porque en este, he sido incapaz de levantarme a hablarte. He cogido mis cosas y he salido del tren que te llevaba a casa, al universo donde nos conocíamos.

Sin embargo, no pasa nada, porque a través de las trazas del multiverso, de las partículas subatómicas que al otro lado se agitan como en este, puedo sentir el amor cuántico que lo atraviesa.

Un saludo,
Morpheus

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