28 mayo 2018

Cuando escribo

Cuando escribo siento cómo fluye no sólo la tinta sobre el papel; yo fluyo con ella. Desato las cadenas de este mundo, de la cárcel urbana y de mis propios límites.

Siento cómo me elevo al mismo tiempo que me sumerjo; cómo pongo orden en el caos.

La oscuridad se vuelve luz y el gris se satura en colores. Me dejo atrás y me encuentro, perdiéndome. Acaricio las palabras y noto su calor y su música.

Existo, finalmente, cuando dejo de existir, pues sólo existe la idea plasmada en un papel, lleno de infinitos.

Un saludo,
Morpheus

21 mayo 2018

El mundo del espejo

El mundo del espejo es un mundo extraño.

En él nos vemos a nosotros; vemos como se nos presenta una imagen, espejada, de la realidad. Vemos a través de su marco aquella realidad que deseamos escudriñar.

Es como algo mágico; miras en una dirección y allí está el mundo que esperas ver, invertido, como si los cepillos de dientes se apresuraran a actuar ante nuestra mirada, como si estuviesen allí sólo para nosotros, esperando satisfacernos. Pero, ¿somos nosotros la imagen reflejada, o somos sólo el reflejo que no quiere despertar?

Un saludo,
Morpheus

13 mayo 2018

Diagonal

Llegaba tarde; se había dormido, como otras tantas veces. Redujo la velocidad a medida que se acercaba a aquellas escaleras. Otro día más descendiendo a los infiernos. Al menos aquél calor tan asfixiante le despertó.

Pasaron cinco minutos y el tren se detuvo en el andén. Automáticamente pulsó el botón que abría la puerta y se introdujo en aquél vagón. Tuvo suerte; había un asiento libre. Se sentó y se dejó llevar por el traqueteo y el ruido, a veces ensordecedor, del metro en movimiento.

Estaba cansado; a penas podía articular un pensamiento, por lo que simplemente se dedicó a observar a los pasajeros que subían... y bajaban... subían... y bajaban... La insustancialidad de aquél baile urbano le hizo esbozar una sonrisa. Estaban todos locos, pensó, al acordarse de aquella película: "Tenemos trabajos que detestamos para pagar aquello que no necesitamos". ¡Cuánta razón!

Inmerso en sus pensamientos, pronto se dio cuenta de que estaba perdiendo la noción del tiempo. ¿Cuánto llevaba allí? Estaba tan cansado que hubiese dicho que era una eternidad.

El metro volvió a detenerse. Diagonal. Gente subiendo, gente bajando. Volvió a ponerse en marcha. Las ruedas del tren rozando con las vías. Otra vez ruido ensordecer. El metro subía ligeramente y volvía a bajar. Continuaba su camino. Volvió a detenerse. Gente subiendo, gente bajando. Volvía a ponerse en marcha.

Dilatación temporal, pensó. Cuando más aburrido, más denso es el tiempo; cuando más divertido, se escapa. Todo es relativo, excepto la velocidad de la luz. ¡Maldito Einstein! ¡Llego tarde!

El metro se detuvo. Diagonal. Gente subiendo, gente bajando. Volvía a ponerse en marcha. La misma gente anónima, distinta gente anónima. Tantísima gente y sin aire acondicionado; se asfixiaba.

Volvió a fijarse en la gente. Nadie hablaba. Todo el mundo tenía puesta la vista en las pantallas de su móvil. Se rió. Marx hablaba de la alienación del trabajo; se revolvería en su tumba si conociese la alienación provocada por el instrumento popularizado por el mago del capital, el señor Jobs, el de la manzana que curaba el cáncer.

El metro se detuvo otra vez. Diagonal. Gente bajando, gente subiendo. Dilatación temporal. El tren se ponía de nuevo en marcha. Ruido ensordecedor. Subía primero, bajaba después.

El trayecto se le estaba haciendo eterno. Llegaría empapado en sudor al trabajo.

El metro se detuvo. Diagonal. Gente bajando. Nadie subía. El tren se ponía de nuevo en marcha, esta vez más ligero. Sintió que podía respirar mejor.

Miró el reloj. Solo había pasado un minuto. Dilatación temporal. Todo es relativo. Llegaría a tiempo al trabajo. Habían avanzado varias paradas en menos de un minuto. Justificaba de sobras los vaivenes y el ruido ensordecedor.

Frenaban. Llegaba a Diagonal; le quedaba sólo una parada. Al fin podría salir de los fosos de la urbe. Se pusieron en marcha otra vez. Nadie había bajado, subió mucha gente. Subieron y bajaron. Se asfixiaba otra vez.

Finalmente el metro se detuvo. De manera casi instintiva se levantó y se dirigió a la puerta. Pulsó el botón y salió. Diagonal. Se dirigió hacia la salida y...

¡Un momento! Estaba en Diagonal. No era posible. Se debía haber confundido.

Cuando se giró para volver a introducirse en el vagón, este ya había cerrado sus puertas. El metro ya iniciaba la marcha.

Esperó dos minutos. Llegaba tarde. Estaba en Diagonal; quedaba una parada.

El siguiente metro se detuvo. Se subió a él. Nadie bajaba. Sentía una sensación de opresión. Las puertas se cerraron; se pusieron en marcha. El calor le aplastaba; no podía respirar. Sólo quedaba una parada. Subieron y bajaron. Ruido ensordecedor.

El vagón se detuvo. Diagonal, leyó. No podía ser. Salió corriendo del vagón. No podía ser. Dilatación temporal. Curvatura del tejido espacio-tiempo. Confusión; miedo. Había pasado un minuto.

Subió las escaleras tan rápido como pudo. El calor le aplastaba. Necesitaba respirar. Se sentó.

El vagón se detuvo. Diagonal. Gente bajando, gente subiendo. Le miraban. "Únete a nosotros", decían. Pánico. No podía ser real. Disociación.

Todos se acercaban hacia él. Lo sujetaron. Gritaba con todas sus fuerzas. "Únete a nosotros", decían. Él mordía, pataleaba y escupía. Le agarraron del pelo. Vio una aguja. Lloraba y pataleaba. Perdía mechones de pelo por tratar de escapar. Oscuridad.

Llegaba tarde, como otras tantas veces...

Sujeto: 234.
Resultados tras la inoculación: Inconcluyentes.
Efectos en el sujeto: Agresividad, rabia, instintos asesinos, delirios, disociación, paranoia.
Próximo destino del sujeto: Baja forzosa; desconexión del sistema.
Indicaciones sobre el estudio: Continuar con el desarrollo de las pruebas del virus ApatíaC2V33.
Motivo del cierre del expediente del sujeto: Cese provocado de la actividad biológica por desconexión del sistema.
Reality Inc.

Un saludo,
Morpheus

07 mayo 2018

Multiverso

Esto da un poco de vergüencita, pero os daré un poco de contexto.

Hace ya tiempo, un día, al volver a casa tarde entre semana, cogí uno de los últimos ferrocarriles que me llevaban a casa, de la línea S8, que acaba en Martorell. Estaba sentado y, como podréis leer a continuación, entró una chica en el vagón que me llamó la atención y se sentó enfrente de mi. La verdad es que no pude parar de mirarla discretamente durante todo el viaje, pero aún así fui incapaz de decirle nada; era tarde y no quería asustarla, me dije como excusa.

Por aquella época yo me entretenía a menudo viendo charlas del TED y estaba acudiendo a unos coloquios de filosofía, por lo que la temática relativística y sobre la realidad la tenía algo fresca. De esta forma, al llegar a casa, y maldiciendo mi timidez, no pude evitar ponerme a escribir, y salió el texto que veis aquí abajo.

Si alguien la conoce, decidle que hace tiempo un tío tímido le escribió una poesía.

Curiosa la física cuántica...

Entras en el vagón y te sientas delante de mí. Te observo, modificando tu estado.

Llevas un jersey oscuro, bufanda granate, diadema blanca, tejanos azules y botas de montaña, a juego con tu mochila.

Me proporcionas datos.

Hago hipótesis sobre ti.

Tu pelo, moreno y alborotado, me indican que estás más pendiente de tu vida que de tu aspecto, y que la vives intensamente.

Sacas un libro y te pones a leer.

Tus botas y tu mochila me cuentan que te gusta la montaña; tus manos, delicadas, que pese a ello, pasas más tiempo lejos de ella de lo que te gustaría, pero te proporciona el placer de acariciar las letras de un libro, como haces ahora.

Tu jersey de lana, como tu bufanda, me cuentan que vienes de un lugar frío, quizás de algún hogar que se esfuerza en alcanzar la cima de alguna colina, pero tú no la temes; vas preparada.

Tus colgantes y tu casi oculta pulsera me hablan de tu espíritu aventurero y de lo que te apasiona.

Uno de tus colgantes, que parece la punta de una flecha de piedra, me habla de tu interés por las ferias medievales. Otro, parecido a un símbolo celta, me habla de tu atracción por la iconografía, la simbología y mitología de tiempos pretéritos.

Finalmente, la moneda agujereada que llevas colgada me habla del interés que sientes por la cultura y la filosofía oriental, como esa moneda, de origen chino.

En un alarde de coraje, me levanto y me pongo a hablar contigo de mis hipótesis sobre ti y cuánto voy errado; sobre tus intereses y los míos durante lo que queda de trayecto.

Seguimos en contacto y nos convertimos en los mejores amigos, o quizás amantes; nos dejamos de soportar o no indeterminísticamente.

Que curiosa la física cuántica...

Eso ha pasado y pasará, pero tampoco lo hará. No en este universo. Porque en este, he sido incapaz de levantarme a hablarte. He cogido mis cosas y he salido del tren que te llevaba a casa, al universo donde nos conocíamos.

Sin embargo, no pasa nada, porque a través de las trazas del multiverso, de las partículas subatómicas que al otro lado se agitan como en este, puedo sentir el amor cuántico que lo atraviesa.

Un saludo,
Morpheus

01 mayo 2018

Fuegos fatuos

Tal y como comenté en la anterior entrada, sigo compartiendo algunas de las cosas que escribí hace algún tiempo. Aquí tenéis el siguiente texto:

Grito. Grito hasta desgarrarme el pecho. Pero mi grito es mudo y nadie lo oye.

Atravieso el bosque salvaje, indómito, y las zarzas me desgarran la piel mientras trato de seguir el único camino posible: adelante.

Llego a un pantano desolado, donde sólo quedan árboles marchitos, recuerdos lúgubres de una vida que ya no existe.

De pronto, algo brilla a lo lejos. Un fuego que parece iluminar un camino, pero rápidamente aparecen más. Son sólo ilusiones; fuegos fatuos que conducen a una, quizás dulce, muerte.

No hay atajos ni señales del camino. He perdido la senda, y no sé cómo seguir.

Estoy perdido.

Un saludo,
Morpheus