Escribía para exprimir las últimas gotas de tinta y sentimiento de este corazón marchito en una vida tejida con "peros"; siempre en retirada, como el que alza la bandera blanca antes de siquiera embarcar; sabiendo que por mucho que bebiera no encontraría respuestas en el fondo de una cerveza, aunque tampoco importaba.
Pero un día inesperado apareces tú y, mientras hablamos de amores racionales, mi corazón va abriendo, muy lentamente, una puerta a la locura de amarte sin cinturón de seguridad. Y tus ojos se convierten en luciérnagas que me guían en la oscuridad de esta vida-mazmorra, como estrellas que me conducen hasta tus labios, donde me sumerjo en la eternidad.
Entonces me descubro pensando en ti cuando estoy borracho. Arrancándole minutos a la semana para poder besarnos un día inesperado. Dejándome ir en el recuerdo de aquel baile que se quedó clavado en mi pecho. Dejándome ir en el baile marítimo de tus caderas. Dejándome ir en el deseo de pasarme las noches leyéndote la espalda con mis dedos, vistiendo tu piel desnuda con mis labios, y desenredando las preocupaciones y el tiempo enredándonos entre tus piernas.
Descubro lo que esconden tus silencios porque es lo mismo que los míos. Que no importan los fracasos, los miedos ni las lágrimas, porque todos ellos me han conducido hasta ti. Y me bebo en una copa todos los 'Te quiero' que todavía no te he dicho.
Quiero que construyamos un castillo ambulante entre tu corazón y el mío, hogar de nuestra felicidad y nuestro fuego, y sin peajes que pagar. Guardarte un abrazo entre estos versos, junto al perfume que percibes al descansar sobre mi pecho, para que puedas rescatarlo cuando sientas que necesitas que te sostengan el mundo. Y llenar un nuevo álbum de fotos junto a ti.
Un saludo,
Morpheus