Hace tiempo te dije que te buscaría. Que no importaba dónde estuvieras. Te encontraría.
Y ahora que cargo con esta mochila de sueños marchitos, que he empezado a decorar este corazón, que sé que no hay más vida que la que queremos construir, te digo que no voy a seguir haciéndolo.
Y, si me encuentras, te pido que no aparezcas.
No aparezcas si tus chispas en esta noche me van a hacer dudar de si prenderán una llama o provocarán una explosión. Si tu voz no va a mecerme en sueños de paz. Si me vas a dar, cuando esté sediento de (tu) amor, agua de mar.
No aparezcas si no vas a acurrucarte conmigo en nuestra desnudez, ni a derruir los muros que nos separan haciéndole cosquillas a nuestros miedos. Si no vamos a mirar las estrellas acunando sueños de futuro; a desayunar (son)risas o 'Buenos días, cielo'. Si no vamos a asentarnos en un abrazo cuando el mundo se desmorone (y cuando no).
No aparezcas si no te voy a poder hacer el amor eligiendo la siguiente canción y, mirándote a los ojos mientras suena, improvisar un baile despacio. Si no vamos a escribir poemas con plumas de saliva, o dibujar fuego con pinceles digitales, sobre la piel. Si no me vas a robar el sueño con sexo de madrugada; a susurrar palabras de amor al oído. O si no me voy a derretir en(tre) tus labios.
No aparezcas, porque me ha costado mucho seguir el rastro hasta mí en esta galería de espejos (rotos) dedicada a ti, y no quiero volverme a perder en el abismo de una mirada.
Así que si no me vas a cambiar la soledad por compañía; si vienes a ganar esta guerra conmigo presentando batalla; si no me vas a elegir cuando esté cubierto por el barro de mi propia mediocridad, prefiero que no aparezcas y me dejes seguir construyendo este hogar con los brotes de amor que han crecido de las cenizas de las cartas que (te) escribí.
Un saludo,
Morpheus
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