- ¡Grunh! - grité en cuanto vi su cuerpo, al tiempo que me acercaba a él.
Le cogí y lo recosté contra mi pecho. Alzó la vista para verme y, con dificultad, me dijo:
- No... deberías... haber... venido...
- Lo sé, pero no podía...
- El... el... espejo... - me interrumpió mientras señalaba a una parte de la estancia - Estoy... orgulloso de... de... ti. Lástima... lástima que... hayas venido... Eres un... héroe...
Y entonces, exhaló.
¿Por qué? ¿Qué había pasado?
Una miríada de preguntas se agolpaban en mi cabeza y no podía dar respuesta a ninguna de ellas.
Tras unos instantes de profunda tristeza, ira y pensamientos dubitativos, me fijé en el espejo que había mencionado Grunh.
Había pasado desapercibido, pues una gran capa de polvo cubría su superficie pulida. Tras limpiar un poco el espejo, un reflejo de luz sobre la superficie apareció, sin reflejar imagen alguna. Tras unos instantes, el color de la superficie empezó a aclararse.
Entonces apareció. Era la cabeza de un dragón, que, a través del reflejó, escupió una llamarada, dejando sólo una estela de llamas en él. Cuando se disiparon, pude ver lo que ocurrió aquí hacía casi veinticinco años.
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