Largo descanso al Tomate (por favor)!

Hace unos días me enteré de que este famoso programa iba a desaparecer, lo cuál es para mí algo de de profunda satisfacción (como el famoso discurso de JuanCa). Por qué? Porque nunca antes había visto como un programa es capaz de sobrepasar ciertos límites, atontar o amuermar tanto a una sociedad ya de por sí con ciertas carencias culturales. Hecho una mirada atrás y reflexiono: nuestra sociedad, el mundo que nos rodea, nuestra realidad cotidiana, sería a día de hoy mejor si este programa no hubiera surgido jamás (y así haber abierto la veda para programas de esta misma índole, como Salsa Rosa, entre otros).

Díganme: cómo es posible que hayan existido este tipo de programa, en el cual lo más interesante son las disputas entre los diferentes asistentes o aquellos famosos que se muestran? Cuándo empezaron a ser los debates lugares donde la compostura se daba por perdida desde el principio del programa; donde los gritos, las acusaciones sin fundamentos, insultos, vejaciones y las críticas a navajazo limpio se convertían en su pan de cada semana (o cada día)? Pensádlo bien: seguro que conocéis a alguien en vuestro alrededor que se tragaba o veía ese tipo de programas (y aún los ve); ahora reflexionad sobre su comportamiento o forma de ser. Seguro que el 90 % de los que piensan en ello no tienen una buena imagen de esa persona.

Sin embargo, el Tomate no tiene la culpa de todo, también la tiene Gran Hermano, los que quiere chupar del bote ("Yo me acosté con..." o "Sé tal cosa sobre..."), y esta mierda de sociedad española, algunas veces tan católica y sin embargo tan laxa de ética. En fin, podría extenderme más sobre este tema en general, pero estoy cansado y no tengo muchas ganas. Más debate (en el sentido positivo de la palabra) diálogo en los comentarios.

No me cabe nada más que añadir excepto una recomendación de lectura de la crítica hecha por Javier Capitán (el ex presentador de El Informal, uno de los programas que más nostalgia me traen), siempre tan ácida como precisa.

Un saludo,
Morpheus