Estaba harto
de cumplir profecías malditas
donde yo era el oráculo
que interpretaba los despojos de mis sueños.Entonces apareciste tú
poniéndolo todo patas arriba
y, aunque mi casa quedó hecha un desastre,
no quería ordenarla,
porque hacerlo era el primer paso
para olvidar que estuviste aquí,
que nos abrazamos y nos besamos,
y que, durante unas horas,
nada importó.Fueron noches donde algunos versos
no paraban de repetirse en mi cabeza.
Hasta que llegó el día en que
no te diste cuenta
pero taché la esperanza
de mi lista de deseos
porque me dijiste
'Te quiero'.Porque aunque éramos dos corazones heridos
bailando en el vacío existencial,
quería que tu piel fuera el pergamino
sobre el que escribir todos mis poemas
mudos
que hablaban sobre
(lo que siento por)
ti.Y reventar el espejo
para estar finalmente
junto a ti
en esta aventura que es la vida.Y cosechar un amor
que no muriera en una vitrina
para amarnos
como aman los pobres.Pero ahora sólo son sueños de papel
olvidados entre las páginas de un libro
que no supo llegar a tu corazón.Quise crear un hogar
contigo,
pero sólo construimos trincheras
con palas de miedo.
Miedos que decidiste
que no podían salir a jugar
con los míos.Ahora,
que me consumo escribiendo versos en retirada,
que estoy atrapado
escuchando todas las canciones
que no quisiste bailar conmigo,
cuando el último refugio es
mi propia respiración,
trato de recuperar el control
por la carretera de lo que siento por ti,
pero me precipito por la curva de tu ausencia
y, aunque por un instante siento paz,
pronto caigo por la ladera del dolor
sabiendo que
cuando llegue abajo
sólo me quedará un corazón roto
y tu asiento vacío.Desesperado,
me apunto a la sien
con la pistola de los remordimientos
y las balas del calibre recuerdo,
y me vuelo la cabeza
apretando el gatillo
de la culpabilidad.Pero harto ya
de herreros de diafragma
trato de mirarme al espejo
con el mismo amor
con el que te miraba ti.Porque, aunque duela,
hay que seguir adelante,
como con ese libro que escribo
con las páginas
que arrancaste a mi corazón.
Un saludo,
Morpheus