08 junio 2009

Reflexiones sobre política y sociedad

Desde hace cierto tiempo hay algo que ronda por mi cabeza, que me preocupa y me hace hervir la sangre, y es el pasotismo de la gente en asuntos políticos y/o sociales. Es decir, lo que realmente me preocupa es la gran falta de voluntad por mejorar el mundo que nos rodea y la falta de fuerzas para quejarnos, para no dejar que nos den por el culo, y el gran conformismo que tiene la gente al respecto de cosas, a mí parecer, injustas y que hace poco más de 25 años hubiesen levantado ampollas en un importante conjunto de la población.

Con esto, no quiero parecer un hippie nostálgico del mayo del 68 (aunque aprecie sucesos históricos como esos). Lo que pretendo hacer es, en primer lugar, desahogarme, que para eso tengo un blog, y en segundo lugar, hacer pensar a la gente. ¿Por qué?

La razón es bien sencilla: porque creo que nuestros derechos se están dejando pisotear por diversas razones: unos por pasotismo/conformismo, otros por la desilusión y otros por la seguridad. ¡¿Qué está pasando?! ¿Estamos dispuestos a dejar que nos arrebaten aquello por lo que los siervos han luchado durante 200 años?

Aquellos que cambian libertades fundamentales por seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad. Benjamin Franklin

No pretendo ser demagógico (aunque lo parezca), ni tampoco pretendo hacer que todos nos echemos a la calle por los motivos más nimios; ¡hasta yo estoy en contra de eso! Sin embargo, sí que creo que es importante luchar por ciertas cosas, por ciertas ideas o por ciertos derechos, y no llamar simplemente a alguien que lucha por que lo cree justo hippie perroflauta o tildarlos de antisistemas (¿acaso Felipe González no fue un antisistema durante la transición española?).

Lo que realmente echo en falta es poder decir que voy a ir a tal manifestación, aunque no me ataña, aunque no vaya a cambiar nada, sin que me miren pensando que soy un hippie o romántico (esto último no creo que pudiera discutirlo). Tengo derecho a hacerlo, y lo que es más importante, es justo, sobre todo cuando se trata de defender los derechos que tanto les ha costado conseguir a aquellos que nos precedieron.

Personalmente, creo que, de algún modo, deberíamos educar en favor de una responsabilidad social, y también deberíamos enseñar que el mundo se puede llegar a cambiar. ¿Por qué no se enseña a Gandhi, a Martin Luther King, o se muestran las manifestaciones que ha habido en este país por mejorarlo? No sé, a veces me da la sensación de que de algún modo se evita que recordemos la fuerza que tiene la masa (entendiendo por masa a un grupo de gente madura, responsable, consciente de sus derechos, de lo que se considera ético y de las consecuencias que pueden acarrear sus actos) o se pretende desalentar esta clase de protestas (que, a mi juicio, son buenas en una democracia).

El peor analfabeto es el analfabeto político.

Él no ve, no habla, no participa en los acontecimientos políticos.

Él no sabe que el coste de la vida, el precio de las judías, del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o de los medicamentos, dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político es tan ignorante que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política: no sabe que de su ignorancia política nacen la prostituta, el niño abandonado, el atracador y el peor ladrón de todos, el político corrupto, lacayo de las corporaciones.

Bertolt Brecht

Por último, quisiera acabar citando el discurso de V en la película de V de Vendetta (la negrita es mía):

Buenas tardes, Londres.

Permitid que, primero, me disculpe por esta interrupción.

Yo, como muchos de vosotros, aprecio la comodidad de la rutina diaria, la seguridad de lo familiar, la tranquilidad de la monotonía. A mí me gusta tanto como a vosotros.

Pero con el espíritu de conmemorar los importantes acontecimientos del pasado, normalmente asociados con la muerte de alguien, o el fin de alguna terrible y sangrienta batalla, y que se celebran con una fiesta nacional, he pensado que podríamos celebrar este 5 de noviembre, un día que lamentablemente ya nadie recuerda, tomándonos 5 minutos de nuestra ajetreada vida para sentarnos y charlar un rato.

Hay, claro está, personas que no quieren que hablemos. Sospecho que en este momento estarán dando órdenes por teléfono, y que hombres armados ya vienen de camino.

¿Por qué?

Porque mientras pueda utilizarse la fuerza, ¿para qué el diálogo?

Sin embargo, las palabras siempre conservarán su poder. Las palabras hacen posible que algo tome significado, y si se escuchan, ¡enuncian la verdad!.

Y la verdad es... que en este país algo va muy mal, ¿no?

Crueldad e injusticia, intolerancia y opresión... Antes teníais libertad para objetar, para pensar y decir lo que pensabais. Ahora tenéis televisores y sistemas de vigilancia que os coartan para que os conforméis y os convirtáis en sumisos.

¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Quién es el culpable?

Bueno, ciertamente, unos son más responsables que otros... y tendrán que rendir cuentas. Pero, la verdad sea dicha, si estáis buscando un culpable sólo tenéis que miraros al espejo.

Sé por qué lo hicisteis, sé que teníais miedo, ¿y quién no?

Guerras, terror, enfermedades... Había una plaga de problemas que conspiraron para corromper vuestros sentidos y sorberos el sentido común. El temor pudo con vosotros y presas del pánico acudisteis al actual Líder Adam Sutler.

Os prometió orden, os prometió paz, y todo cuanto os pidió a cambió fue vuestra silenciosa y obediente sumisión.

Anoche intenté poner fin a ese silencio. ¡Anoche destruí el Old Bailey para recordar a este país lo que ha olvidado...!

Hace más de 400 años un gran ciudadano deseó que el 5 de noviembre quedara grabado en nuestras memoria. Su esperanza era recordar al mundo que justicia, igualdad y libertad son algo más que palabras, son metas alcanzables.

Así que si no abrís los ojos, si seguís ajenos a los crímenes de este gobierno, entonces os sugiero que permitáis que el 5 de noviembre pase sin pena ni gloria.

Pero si veis lo que yo veo..., si sentís lo que yo siento... y si perseguís lo que yo persigo..., entonces os pido que os unáis a mí dentro de un año, ante las puertas del parlamento. Y juntos les haremos vivir un 5 de noviembre que jamás... ¡jamás nadie olvidará!

Ojalá nunca acabemos así.

Un saludo,
Morpheus

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