11 febrero 2014

La Maldición de Elonus (III)

- Ese dragón lleva aquí desde la Edad Oscura, hace ya más de mil quinientos años - dijo Grunh, mientras se acercaba la jarra de hidromiel a su boca y tomaba un sorbo -. Por lo que sé, han sido muchos quienes han intentado vencer al dragón a lo largo de la historia, pero, de momento, nadie ha conseguido vencerle.

- ¿Cómo sabes todo eso? - pregunté, con la curiosidad de un crío.

- Mi abuelo me habló de ello cuando era pequeño... justo antes de venir aquí y luchar contra él...

Se hizo el silencio entre nosotros dos, como si el mundo se hubiese apagado a nuestro alrededor pese a la algarabía que había en la mal iluminada posada donde nos alojábamos.

Normalmente Grunh conseguía que la gente que se enteraba de sus intenciones le acogiesen como su huésped y posible salvador, pese a que Grunh siempre trataba de evitar eso. Esta vez ni tan siquiera quiso informarse, ni comentó con nadie sus intenciones; incluso quiso la mesa y la habitación más apartada para evitar escuchas indiscretas. Estaba claro que este era un trabajo totalmente diferente.

- Acábate eso - dijo después de vaciar su jarra -. Mañana será un día largo. Quiero que dejes todo listo para viajar. Seguramente no volveremos a hacer noche aquí. ¿Entendido?

- S-s-s..¡Sí!

Al día siguiente nos dirigimos al castillo de Elonus, en lo alto de la montaña a los pies de la cual se encontraba el propio Elonus.

Era una mañana fría, y las nubes negras que se acercaban auguraban una tormenta o una ventisca.

Cuando por fin llegamos hasta el castillo, ya casi era mediodía y todo parecía tranquilo.

Grunh desmontó del caballo y empezó a sacar su armadura de las alforjas. Yo hice lo mismo. Cuando ya estaba todo fuera y me dispuse a ayudarle, como siempre, rompió el silencio:

- Esta vez no quiero que me acompañes. Mantente resguardado y ni si te ocurra entrar a ayudarme, pase lo que pase, oigas lo que oigas y veas lo que veas. ¿He hablado claro?

- Sí - dije, lacónico.

- Muy bien. En caso de que no vuelva al anochecer, quiero que cojas los caballos y te marches. En las alforjas encontrarás mi bolsa con dinero; úsalo bien. Te he enseñado los suficiente como para que te puedas valer por ti mismo, y eso espero que hagas...

- Pero... Grunh - dije, casi lloroso -, ¿no vas a volver?

- Quisiera hacerlo, pero sería ingenuo por mi parte pensar que yo seré el primero que consigue derrotar al dragón y salir airoso; por ello, quiero que sepas lo que tienes que hacer si no vuelvo.

- ¿Y por qué no lo dejas? - dije entre lágrimas - Has dado mucho a la gente, ¡¿no te mereces descansar?!

- Hijo... agradezco tu preocupación, y todo tu cariño. Eres lo más parecido a un hijo que he tenido... Pero el mundo necesita héroes. Así que enjuágate esas lágrimas y ayúdame a ponerme esto.

Le ayudé a ponerse la última pieza de la armadura, y le di mi último abrazo. Cuando nos separamos, me miró y, sin decir nada, se dirigió hacia la puerta, la abrió pesadamente, desenvainó su espada y entró.

Recuerdo que en aquél momento empezó a nevar.

1 comentarios:

Wonderwall dijo...

Bones de nou!!

M'ha agradat molt aquest avenç en el temps que has fet al capítol II i que després hagis tornat, és un efecte temporal que fa sentir el lector més savi i més dins de la història.

Esperaré impacient la següent entrega :)