26 septiembre 2010

Sobre los días de otoño

De antemano, gracias si conseguís leer todo el texto; sé que está algo mal organizado, pero es de las pocas veces que he tenido una inspiración últimamente y no quería ponerle trabas ni a mi bolígrafo ni a mi mente.

Es posible que queráis leer el texto mientras escucháis esta canción:

Al fin ya llega el otoño, y con él, esos días grises de manto nuboso y lluvia que tanto me encantan y que, en ocasiones, preceden a una noche de cielo inmaculado que tanto aprecio, porque consiguen hacer clara y brillante a Selene, la Luna.

La noche de hoy, día 21 de septiembre, me ha resultado grata por este último motivo, y no tan solo por éste, sino también por la vista de ese brillante Júpiter que, semanas atrás, discerní gracias a mi telescopio, un tanto mediocre, y que luego puede corroborar gracias a este programa, Stellarium.

Pero no sólo he disfrutado de la noche de hoy, sino también de su día y de su anterior, pues me han brindado esas cosas que tanto aprecio de esos días lluviosos de otoño y de finales de verano: las nubes, que cubren el cielo como si gotas de acuarela cayesen en el agua, formando esas formas que tanto me cautivan, y con esa gama de colores, que van desde el blanco más puro cuando se dispersan hasta ese azul oscuro y apagado, pasando por toda una serie de grises y plateados, uno de mis colores favoritos; esas gotas de lluvia que mojan mi cara, moderadamente, todo hay que decirlo, y que en ocasiones es de las pocas cosas que me hacen sentir vivo y despertar de esa monotonía que a veces impera en mi día a día; el frío y la humedad que a veces te calan y te hacen permanecer en casa, arropado por una manta que te cubre entero, viendo, mientras tanto, una de tus películas favoritas o la lluvia caer a través de tu ventana, formando esas gotas que a veces compiten por ser las primeras en llegar al punto más bajo del cristal; los sonidos de las gotas que repiquetean contra mis ventanas, que tan bien me acunan y que me despiertan esos días de fin de semana, cómoda y perezosamente, y que me animan a seguir reposando; esos truenos y rayos, que tanto me asustaban de pequeño e incluso ahora, a veces, sobre todo los truenos, lo hacen, y que tanto me gustan ver y oír, pese a que a veces me obliguen a apagar el ordenador cuando no lo deseo; y por último, esa brisa fría que transporta ese olor a tormenta, suelo y tierra mojada que tanto me gustan.

Como podéis observar, me gustan los días de lluvia, y por eso, entre otras cosas, también me gusta el otoño; éste, junto con el invierno, son las estaciones que más me gustan.

¿Qué es lo que encuentro tan atractivo del invierno y el otoño? Quede por delante que como cualquier otro agradezco y espero las vacaciones de verano; sin embargo, he de señalar esos días lluviosos que las componen, y que ya he comentado extensamente; esas hojas caídas, que tanto me encantan pisar y oír crujir como si fuese un crío, sin olvidar el tan bello paisaje que a menudo dejan a su paso; y una de mis mayores debilidades: el olor a castañas que flota en el ambiente, pese a que no me gustan, y que junto al frío suponen para mí la confirmación de que el otoño ha llegado definitivamente y de que el invierno está próximo a llegar.

Un saludo,
Morpheus

1 comentarios:

XOSÉ CASAR (Piteira) dijo...

Nueve años han pasado y sigues escribiendo al otoño. Un abrazo lleno de orballo, amigo mío.